lunes, 13 de enero de 2014
Otro día en el muro
Son las 10 de la mañana. Ya estoy preparado. Con tres jerseys y dos pantalones salgo a la calle. Sopla un viento de carajo y el frío me corta la cara. Estoy en Viriato. De pie, observo el mural y me pierdo en los trazos, analizando en la memoria el trabajo que me va a tocar hacer en la mañana: -"quitar aquí....poner allá...tapar esas líneas, corregir aquellas pinceladas, subir, bajar..."-
Observo. Me alejo de la chapa, me acerco, giro la cabeza, me voy hacia un lado, hacia el otro...esquivo a un vecino, a otro....y así, absorto, perdido en el dibujo, me doy cuenta que estoy hablando solo -"coño, venga ya!"
Comienza la acción. Distribuyo los materiales. Coloco la escalera, preparo los pinceles...agua, cartones, pintura....la gente se hace invisible.
Hoy el día me sopla a la cara y el frío me estruja contra la chapa que estoy pintando. El mejor resguardo es evadirme en el trabajo, pero pasadas unas horas corro a meter las manos en agua caliente para hacer desaparecer el hormigueo que siento en las puntas de los dedos. Hoy me ha tocado ir dos veces.
Y sin embargo el trabajo es hermoso. Avanzo a pequeños pasos y no hay día en que los vecinos que pasan junto a mi, me dediquen unas amables palabras de ánimo, o de reconocimiento. Y esto sí me da calorcito en el corazón.
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