La
luna todavía mandaba cuando se presentó ante mi ventana. Oscura y
silenciosa, la polilla lame suave el cristal. Susurros ahogados. Un
sueño que se pierde. Después, gorda, enorme, peluda, se cuela por un
resquicio. ¡Alerta!
El intenso batir de sus alas mueve el aire a oleadas y tsunamis de masas invisibles golpeaban furiosos los rincones de la habitación. Incertidumbre. Silencio. Tensión.
El ddespertador de acero traza un círculo imposible y empujado por el odio que alimenta mi brazo alcanza al bicho de lleno. Venganza.
Enciendo la luz. El enorme animal yace muerto sobre mi cama. Triunfo.
Sostengo el despertador ensangrentado entre mis manos cuando un grito desesperado precede a un ser de verde con antifaz que irrumpe en mi habitación: ¡DESGRACIADO, HAS MATADO A BATMAN!
Moraleja: el tiempo lo mata todo.
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