Aquí Ana, una de mis alumnas, mostrando su último trabajado a carboncillo en el Martínez Bar |
Llevo un par de meses (día a bajo, día arriba) dando clases particulares de dibujo a dos alumnas. Dos chavalas que, en diferentes momentos de sus vidas y no siendo profesionales del arte, decidieron aprender a dibujar. Los motivos que les impulsó a invertir tiempo y dinero en aprender los entresijos de la mancha y la línea en vez de gastarlo en, por ejemplo, hacer una fila en Gran Vía para acceder a un centro comercial de ropa de saldo, debe ser chocante, como mínimo, para una gran mayoría de vecinos de mi ciudad. Un locurón, ¿no?
Pero lo que no sabe esta gran mayoría de mis vecinos es que aprender a dibujar es aprender a vivir. Porque el dibujo permite acercarse a la realidad desde otro punto de vista diferente y conocer otras posibilidades. El dibujo te enseña a cambiar de perspectiva, a analizar y entender el espacio de una forma distinta. Te posiciona ante una "verdad" y te hace ser consciente de la cantidad de matices, luces y sombras , que la pueblan. Y te facilita la capacidad de interpretarla y cambiarla. En definitiva, dibujar es aprender a conocer. Y el conocimiento es libertad.
Definitivamente, decidir aprender para ser libres, es una locura que no se puede comprar en ninguna tienda del mundo. Por muy de saldo que sea.
Y para todo lo demás, master class. Que seáis felices amiguetes.
pd: gracias Cris y Ana por estos dos meses de crecimiento y aprendizaje y al Martínez Bar por permitirnos unos martes de creación y dibujo.
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